«Asakusa
es Asakusa para todos. En Asakusa, todo está en estado salvaje. Los
deseos bailan desnudos. Todas las razas, todas las clases se mezclan
formando una corriente sin fondo, interminable, que fluye noche y
día, sin comienzo ni fin. Asakusa está lleno de vida...»
“Soeda
Azenbô”
Algunos
ya sabíais, y si no, os enteráis ahora, que siento una profunda
devoción por todo lo que rodea al París de los años 20 y esa
magnífica Generación
perdida que
se desarrolló bajo su amparo. Debido al enorme influjo que este tema
causa en mi y atraído por sugerentes recomendaciones que afirmaban
de esta obra que era el equivalente japonés a la magia parisina de
la segunda década del siglo XX, decidí cruzar miles de kilómetros
para comprobar si en esto de la literatura también existe la
convergencia evolutiva. Aquí os presento La
pandilla de Asakusa,
novela del, hasta el momento desconocido para mi, Nobel japonés
Yasunari
Kawabata.
La novela, que como muchas otras
obras de la época fue publicada por entregas en revistas y
periódicos locales populares, se centra en describir con alto lujo
de detalles el antiguo barrio tokiota de Asakusa, un equivalente
oriental de los barrios más modernos y libertinos de las capitales
europeas. La pandilla de Asakusa
en su sentido estricto la componen una serie de personajes, en su
mayoría femeninos, que acompañan al protagonista/escritor/voz en
tercera persona, por los rincones y recovecos de este floreciente
barrio.
«En
medio de todos estos delincuentes, Asakusa es un pequeño bribón. Y,
para bien o para mal, la juventud tiene encanto, energía y un
espíritu progresista».
A decir verdad, y aunque puedan
aparecer algunos personajes con mayor o menor frecuencia y en cierto
sentido éstos seguir una especie de hilo argumental, la novela es
una oda a un barrio, un monográfico de las costumbres más
variopintas de los japoneses de aquella época de transición.
Kawabata nos presenta una Asakusa con un encanto vulgar, con el
atractivo de la mundanidad y lo sexual de lo frívolo y obsceno. De
labios mal pintados y moños despeinados. De quimonos sueltos y
medias rasgadas. Asakusa es el barrio de la tradición y de la
brutalidad, centro neurálgico de entretenimiento de una gran urbe
que aun y todo sabe mantener la esencia cultural de barrio.
«Erotismo
y sinsentido, velocidad y humor de historieta cómica, canciones de
jazz y piernas femeninas...».
A pesar de
no haber encontrado ni un atisbo de la magia parisina que me acercó
a su lectura, en conclusión estoy satisfecho con mi primer contacto
con la literatura japonesa y ese modo tan suyo de expresarse, de
transmitir, de narrar y de hacer o no relevante cualquier instante.
Esto no quiere decir que su lectura no haya costado lo suyo, es más,
en múltiples ocasiones he tenido que volver atrás para cerciorarme
de quien era el narrador o en que momento del argumento me hallaba,
pero aun así, no puedo culpar a nadie. Estas cosas ocurren cuando te
enfrentas a un texto oriental relativamente “antiguo” desde una
aproximación occidental. Una ardua tarea de interpretar cambios de
voces narrativas y sentimientos expresados de maneras completamente
diferentes.
La
pandilla de Asakusa es
en resumen un recuerdo del modo de vida, una novela costumbrista
donde la corriente imperante de occidentalización y modernismo
consigue difundirse entre la tradición perdurable en el fondo de la
gente, pero donde el registro por parte del autor puede volverse casi
enfermizo al querer salvar de la quema del tiempo hasta el más
minúsculo detalle.
Fd:
El lector Invisible