«Un
álamo cubierto de escarcha se divisaba en la tiniebla azulada, como
un gigante envuelto en un sudario. El árbol me miró grave y triste
como si, de manera análoga a la mía, comprendiera su propia
soledad. Le estuve contemplando largo rato».
Antón
Pávlovich Chéjov llegó
a casa pasadas las cuatro de la tarde. Como en él era habitual,
sentó nada más llegar en su butaca y mandó llamar a la empleada
para que sirviera el té. Tras las duras jornadas en el hospital,
gustaba disfrutar de esas “Pequeñeces de
la vida”. Así, apoltronado como estaba, sintió la
fatiga recorrerle el cuerpo y por primera vez en mucho tiempo rompió
con la rutina de actualizarse con los nuevos avances médicos y se
puso a escribir. Rondaba por su mente desde hacía bastantes días
una imagen, un recuerdo que le perseguía; la mirada de una mujer
desconocida.
Antón
acostumbraba a las miradas de las muchachas, jóvenes fans que
adoraban a ese nuevo tipo de hombre de éxito; estiloso, refinado,
bohemio de pulcro bigote perfilado y elegante en el vestir. Un
verdadero dandi 2.0 que cuando no estaba salvando vidas en El
pabellón número 6, escribía terribles historias de
amor. Pero el recuerdo de aquella mujer, de sincera actitud y grácil
caminar, le hizo sentirse por un momento desgraciado, vacío, como si
no supiera nada Del amor. ¿Cómo
podía expresar en 140 caracteres aquella profundidad de mirada,
aquella intensa desazón interior?
Sintió
que el microrelato, aquel estilo novedoso que condensaba los
sentimientos a tiro de pajarito azul y que tanta fama le había
ortorgado, no le bastaba para describir una simple mirada. Sintió el
Fracaso apoderarse de su
interior, La desgracia
cerniéndose sobre su brillante carrera de microescritor y una
terrible depresión le consumió.
Al
día siguiente levantó con ánimo renovado, había tenido una
revelación mientras dormía. Un ángel,
claro, diáfano y con voz de mujer le había confesado su amor. Era
aquella dama, la misma que días antes le mirara con pasión. Antón
corrió al despacho, conectó el ordenador y dejó que el influjo del
sueño aun latente escribiera por él. La
dama y el perrito lo tituló y pronto se convirtió en un
verdadero éxito compartido por millares de personas .
Fd:
El lector Invisible
He leído hace poco, y reseñado, El monje negro. Y seguiré conociendo a Chéjov, por supuesto...
ResponderEliminarSaludos,
Un clásico imprescindible para mi. Mucho que aprender.
ResponderEliminarSaludos!!