«Somos
muy discretos. Mucha facundia, mucha palabra entusiasta y fogosa,
mucho floreo; un aspecto superficial de confusión ingenua y
candorosa... La exaltación por fuera y el frío por dentro.
Adiós,
Córdoba, pueblo de los discretos, espejo de los prudentes,
encrucijada de los ladinos, vivero de los sagaces».
La
literatura es mucho más que mero entretenimiento. Esto es una
obviedad, pero a veces es importante recalcarlo. Gracias a los libros
podemos transportarnos a otros lugares, lugares que nunca hemos
visitado o donde nunca podremos llegar a estar, y sin embargo
sentirnos parte de ese territorio. Otras veces tenemos la fortuna de
poder viajar a esos sitios, y es entonces cuando la literatura se
convierte en la mas fidedigna guía de viajes, de cultura, de
costumbres y de tradiciones. Hoy en nuestro recorrido habitual nos
desplazamos a Córdoba, la cual visitamos acompañados de Pío
Baroja en La
feria de los discretos.
Resulta extremadamente
emocionante recorrer las calles y ver los inmuebles que se describen
en una novela y hacer tuyos los recuerdos escritos. Es lo que yo
llamo la triple conexión, una conexión imaginaria que aparece entre
autor, protagonista y lector. Todo comienza con la propia experiencia
del autor, vagando por los empedrados de la ciudad, imaginando
tramas, encuentros y desencuentros. Después llega la del
protagonista, enrolado en esas aventuras imaginarias, transitando las
mismas plazas, cafés, pensiones e incluso monumentos que el autor
visitó. Ya por último está nuestra visión, la que florece al
revivir las dos vidas anteriores y que incluye entre sus recuerdos
una mezcla de ficción y realidad.
En
cuanto a la trama, Pío Baroja nos presenta a un mozo recién llegado
de Inglaterra en busca de un hueco en su Córdoba natal de la que ha
estado alejado durante toda su adolescencia. En la primera parte del
libro, Quintín, que se nos muestra un tanto atribulado y soñador,
trata de encontrar los recuerdos de su lejana infancia y conciliarse
con la ciudad que le vio marchar. Es en esta parte donde conocemos su
historia y la de su familia y empezamos a entrever los mecanismos de
la sociedad española de la segunda mitad del s. XIX. Más tarde,
casi a mitad del relato, un Quintín ya hecho a los entresijos y a
los bajos fondos cordobeses nos lleva, gracias a su ingenio y
gallardía, por los caminos de la revolución de 1868 “La Gloriosa”
en pos de cumplir su epicúreo sueño de grandeza y holgazanería.
«En
el fondo, yo no soy nada. Soy un hombre de acción que necesita
dinero y complicaciones para vivir».
Carisma,
nobleza, valentía y principios. Petulancia, usura, poder y
arrogancia. La feria de los discretos
nos muestra una visión de la dualidad social imperante en aquella
época, donde ni los malos son tan crueles ni los ricos tan
generosos. Con una trama dinámica y un protagonista arrollador, un
verdadero hombre de
acción, antihéroe de
fuertes principios y noble proceder, Pío Baroja nos presenta una
novela entretenida y llena de acción, donde no faltan bandoleros,
persecuciones y escaramuzas de todo tipo. Además, por si fuera poco
Córdoba surge como un personaje más del relato, una ciudad que
brilla con luz propia.
Fd:
El lector Invisible
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